jueves, 26 de septiembre de 2024

Te han hecho la cama?: Estrategias para afrontar y vencer las traiciones laborales

La expresión "me han hecho la cama" tiene un origen que refleja con precisión lo que ocurre cuando una traición laboral alcanza su objetivo. En el siglo XVIII, "hacer la cama" se refería a preparar el terreno para una muerte segura, ya que una de las acepciones de "cama" era "sepulcro". En el contexto profesional moderno, esta frase se ha adaptado para describir situaciones en las que un compañero o miembro de tu equipo conspira para apartarte y ocupar tu lugar. Y en algunos casos, la estrategia funciona: pierdes tu puesto y la persona que te hizo la cama ha logrado su objetivo.

Cuando esto sucede, es natural sentir frustración, impotencia e incluso traición. Sin embargo, aunque hayas perdido tu puesto, existen formas de enfrentar la situación, recuperar el control y salir fortalecido.

El primer paso, aunque difícil, es aceptar la realidad de lo sucedido. Reconocer que has sido víctima de una maniobra puede ser doloroso, pero es crucial para procesar la situación y seguir adelante. En lugar de dejarte llevar por el resentimiento o la autocompasión, enfócate en lo que puedes controlar: tu actitud y tu próximo movimiento. Es importante que no permitas que la persona que te hizo esa "jugarreta", que te fue desleal, controle la narrativa. Mantén la profesionalidad y evita hablar mal de ella, aunque la tentación sea grande. En su lugar, deja que tus logros y resultados hablen por sí mismos. Tómalo como una oportunidad para reflexionar sobre tus fortalezas y posibles áreas de mejora.

Este tipo de experiencias, aunque difíciles, ofrecen una oportunidad de aprendizaje. Reflexiona sobre lo ocurrido, no solo para identificar los errores en la dinámica laboral, sino también para entender qué podrías haber hecho de manera diferente. No se trata de culpabilizarte, sino de buscar formas de fortalecer tu posición en futuros roles. Aprender a leer mejor las señales de alerta, entender las dinámicas de poder en la organización y cómo manejar las rivalidades profesionales puede ser clave para tu crecimiento profesional.

Aunque hayas perdido tu puesto, no significa que debas perder tus conexiones. Muchas veces, las personas clave en la organización serán conscientes de lo que ha sucedido y seguirán valorando tu trabajo, también puede que sientas frustración porque esas personas se hayan dejado llevar y te hayan sido desleales en parte también. La lealtad y el respeto profesional que tu hayas cultivado a lo largo de tu carrera será un activo importante para tu futuro. Asimismo, busca apoyo en tu red externa. A veces, salir de una organización puede abrir puertas que no habrías considerado si hubieras permanecido en el mismo lugar.

En este punto, es fundamental que planifiques tu próximo paso con estrategia. No te precipites en buscar cualquier oportunidad por el simple hecho de haber perdido tu puesto. Aprovecha este momento para reevaluar tus prioridades y determinar qué es lo que realmente quieres en tu carrera. Tal vez sea el momento de explorar un nuevo sector, emprender tu propio proyecto o buscar un rol en una organización que valore más tus habilidades y ética profesional. El tiempo que dediques a reflexionar y planificar con cuidado te permitirá encontrar una oportunidad que no solo te reintegre al mercado laboral, sino que te posicione en un lugar donde puedas prosperar.

Superar un desafío como este también es una oportunidad para desarrollar resiliencia. Perder tu puesto a causa de una traición laboral puede parecer devastador en el momento, pero también puede ser una oportunidad para crecer. Esta experiencia te enseñará a manejar mejor los desafíos futuros y a no depender únicamente de un puesto o un título para definir tu valía.

Lo más importante es recordar que esta situación, por difícil que sea, no define quién eres. Tu carrera está en constante evolución y, aunque alguien haya tenido éxito en "hacerte la cama" esta vez, tendrás otras oportunidades para demostrar tu valía. Es posible que, gracias a las lecciones aprendidas, encuentres un entorno más favorable donde puedas evitar que algo así vuelva a suceder.

Cuando pierdes tu puesto porque te han hecho la cama, la clave está en cómo decides reaccionar. Aceptar la situación, aprender de ella y seguir adelante con una actitud positiva y estratégica es lo que realmente marcará la diferencia. Y si puedes, hazlo con una sonrisa irónica, porque si bien te han quitado la silla, ¡al menos te queda la satisfacción de no haberte rebajado al nivel de quien te la quitó! A fin de cuentas, el verdadero éxito no está en dónde te caes, sino en cómo te levantas, recuperas tu compostura y sigues adelante, sabiendo que, aunque te han hecho la cama, tu capacidad para reinventarte siempre será tu mejor colchón...


domingo, 1 de septiembre de 2024

Cuando lo mediocre desplaza a lo excepcional: Aplicando la Ley de Gresham más allá de la economía.

 

La Ley de Gresham, tradicionalmente entendida en el ámbito económico, establece que “el dinero malo expulsa al dinero bueno”. En su formulación clásica, se refiere a la tendencia de que, en un entorno donde coexisten dos tipos de moneda, la de menor valor o calidad tiende a circular con más frecuencia que la de mayor valor, que es acaparada o guardada. Aunque esta ley ha sido históricamente aplicada al mundo financiero, su lógica puede extrapolarse a diversos ámbitos de la vida, como el liderazgo, la cultura organizacional, la educación y otros sistemas sociales. Era un principio que aprendí de mi añorado padre, quien solía recordarlo con frecuencia. En estas líneas quiero compartir mi idea, seguramente nada original, de cómo el principio subyacente de la Ley de Gresham puede manifestarse en esas otras áreas, expulsando o desplazando la calidad en favor de lo mediocre o lo inferior.

Uno de los campos más evidentes donde la Ley de Gresham puede observarse es en el liderazgo y la gestión de organizaciones. Es común en algunas empresas o instituciones, que líderes mediocres o incompetentes desplacen a aquellos que son verdaderamente competentes y visionarios. Esto ocurre porque los líderes menos cualificados pueden tener menos escrúpulos para tomar decisiones que beneficien a corto plazo o que sean populares entre sus superiores, pero que a largo plazo son perjudiciales para la organización. Estos malos líderes suelen rodearse de personas igualmente mediocres, creando una cultura organizacional donde el talento y la ética se ven marginados. Por el contrario, los líderes competentes que buscan el bienestar a largo plazo, la innovación y la integridad, a menudo se ven forzados a abandonar la organización o son reemplazados por aquellos que prefieren una gestión más complaciente y menos exigente. En este sentido, la Ley de Gresham se manifiesta en la expulsión del “buen” liderazgo en favor de un “mal” liderazgo, lo que puede llevar al deterioro gradual de toda la organización.

La cultura organizacional es otro ámbito donde puede aplicarse la Ley de Gresham. En un entorno donde los valores como la mediocridad, la falta de ética, la deslealtad o la complacencia se vuelven predominantes, estos tienden a desplazar y eventualmente a eliminar aquellos que aplicaban buenas prácticas y valores, como la excelencia, la honestidad y la dedicación. Por ejemplo, en una organización donde no se valora la innovación, las ideas nuevas y los enfoques creativos son vistos como amenazas, y quienes los proponen son marginados o ignorados. De este modo, la cultura dominante de mediocridad expulsa la cultura de excelencia.

Este fenómeno también se puede observar en las dinámicas de equipo. Un equipo que inicialmente está compuesto por miembros altamente motivados y competentes puede deteriorarse si se incorporan nuevos miembros que no comparten esos mismos valores o estándares. Si estos miembros menos comprometidos comienzan a establecer la norma de comportamiento, los miembros originales pueden verse desmotivados o incluso pueden decidir abandonar el equipo, dejando atrás un entorno menos productivo y menos creativo.

En el ámbito educativo, la Ley de Gresham puede manifestarse en cómo se percibe y se valora el conocimiento. En sistemas educativos donde se prioriza la aprobación sobre el aprendizaje, el “mal dinero” en forma de diplomas o calificaciones vacías tiende a desplazar al “buen dinero”, es decir, al conocimiento verdadero y, sobre todo, al pensamiento crítico. Los estudiantes, al ver que el sistema recompensa la memorización y el cumplimiento mínimo sobre el entendimiento profundo, pueden optar por seguir el camino fácil, mientras que aquellos que se esfuerzan por comprender realmente la materia se ven desmotivados o incluso castigados por no ajustarse al molde.

Este fenómeno también puede observarse en cómo se seleccionan y se promueven a los docentes. En algunos contextos, los educadores más innovadores y exigentes pueden ser desplazados por aquellos que se limitan a seguir currículos preestablecidos sin cuestionarlos ni mejorarlos. Así, la calidad educativa se degrada, y los estudiantes, que deberían ser los beneficiarios de una enseñanza de calidad, terminan recibiendo una educación inferior.

Otro campo relevante es el de la cultura y las artes. Aquí, la Ley de Gresham se manifiesta cuando las producciones artísticas o culturales de baja calidad desplazan a aquellas de mayor valor artístico o intelectual. Este fenómeno es particularmente evidente hoy en día en la industria del entretenimiento, donde el contenido que apela al mínimo común denominador (por ejemplo, programas de televisión con argumentos simples, música con letras triviales, etc.) tiende a dominar sobre las obras y programas más complejos o desafiantes. El “dinero malo” en este caso es el contenido que, aunque popular, carece de profundidad o valor duradero. A medida que este tipo de contenido se vuelve más rentable y recibe más atención, desplaza a las producciones de mayor calidad, que son vistas como menos comerciales o "demasiado exigentes" para el público general. El resultado es una homogeneización de la cultura, donde las expresiones artísticas más ricas y variadas son relegadas a un segundo plano o incluso desaparecen.

La tendencia de los buenos a ser expulsados por los malos y mediocres en ámbitos como los mencionados u otros puede explicarse en parte por la naturaleza humana y las dinámicas de poder que operan en estos entornos. Los individuos competentes y éticos a menudo están más enfocados en el logro de objetivos a largo plazo, en la integridad de sus acciones y en la búsqueda de la excelencia, lo que los lleva a operar con un alto sentido de responsabilidad, lealtad y autocontrol. Sin embargo, estas mismas cualidades pueden hacer que se conviertan en blancos fáciles para aquellos que buscan beneficios inmediatos o que operan bajo principios menos rigurosos. Los mediocres o incompetentes, al no estar limitados por los mismos principios o escrúpulos, pueden manipular situaciones, utilizar tácticas de sabotaje o cultivar relaciones de conveniencia que les permiten ascender o mantenerse en posiciones de poder. Los buenos, al ser más reticentes a participar en estas dinámicas de poder sucias, a menudo optan por retirarse en silencio o por concentrarse en otras oportunidades donde su integridad y habilidades sean valoradas, dejando el campo libre a quienes no tienen reparos en aprovecharse del sistema. Esta retirada no es tanto una señal de debilidad, sino una elección consciente de no comprometer sus valores, aunque el costo sea su propia marginación.

Si bien la Ley de Gresham parece tener una aplicación universal en múltiples contextos de la vida, esto no significa que sus efectos sean inevitables. Reconocer cómo y dónde actúa esta dinámica puede ser el primer paso para contrarrestarla. En cada uno de los ejemplos discutidos, la clave para resistir la tendencia de que lo malo desplace a lo bueno es crear sistemas de incentivos y estructuras que valoren y promuevan la calidad, la integridad, la responsabilidad y la excelencia. En el ámbito del liderazgo, esto podría implicar la implementación de evaluaciones de desempeño más rigurosas y una cultura organizacional que premie la innovación y la responsabilidad a largo plazo. En la educación, reformar los sistemas de evaluación para que reflejen el verdadero aprendizaje y no solo el rendimiento superficial podría ayudar a preservar el valor del conocimiento. En la cultura y las artes, el apoyo a las producciones independientes y la educación, sobre todo la educación, podrían contrarrestar la predominancia de productos comerciales de baja calidad.

Después de todo, si en la vida permitimos que el “dinero malo” expulse al “dinero bueno” sin tomar acción, pronto nos encontraremos en un mundo donde lo único que sobra es cambio suelto en los bolsillos. Y, como todos sabemos, con un poco de calderilla no se compra la felicidad, ni mucho menos el éxito.