lunes, 26 de febrero de 2024

La Economía Circular y el desafío de la prisa: ¿Estamos corriendo demasiado rápido?

En los últimos años, la Economía Circular ha emergido como un paradigma transformador, un nuevo paradigma económico que supere los excesos de la economía lineal del extraer, producir, usar y tirar. Su objetivo es claro: reducir drásticamente el uso de recursos naturales, ralentizar y extender los ciclos de vida de los productos, reducir el desperdicio, reutilizar y reciclar los materiales y cerrar los ciclos de producción. Sin embargo, la prisa por implementarla en todas sus fases, junto con la Agenda 2030 y el “pacto verde” europeo, ha generado un rechazo palpable entre la población. Esto ha resultado últimamente evidente en algunas de las pancartas que adornaban los tractores de los agricultores que recorrían carreteras y calles de España y otros países de Europa en las últimas semanas. ¿Por qué?

El Dilema de la prisa

La urgencia por adoptar prácticas sostenibles es comprensible. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación ambiental requieren respuestas audaces e inmediatas. En esto siempre recuerdo la máxima latina “Audentes fortuna iuvat” (la fortuna ayuda a los que se atreven). Sin embargo, la prisa excesiva puede tener consecuencias no deseadas. Veamos algunos puntos clave:

1. Desconexión con la Realidad

La velocidad a la que se promulgan leyes y regulaciones puede alejarnos de la realidad. Los agricultores, por ejemplo, sienten que las imposiciones normativas europeas no consideran sus necesidades específicas. La sostenibilidad, la trazabilidad y la seguridad en materia laboral o de salud e higiene, son vitales, pero deben aplicarse de manera realista y adaptada a cada contexto. Los agricultores quieren estar en sus campos, cultivando la tierra y no dedicando un tiempo creciente a usar complejas herramientas informáticas o cumpliendo requisitos burocráticos para los que no ven el sentido o utilidad.

2. Desventajas Competitivas

Los productores europeos se enfrentan a una paradoja. Mientras luchan por cumplir con las normas, sus competidores extracomunitarios no están siempre sujetos a las mismas restricciones. Esto crea desventajas competitivas que afectan su viabilidad económica. La igualdad de condiciones debe ser una prioridad. Las reglas de juego deben ser iguales para todos.

3. Rechazo Popular

Las manifestaciones de agricultores en toda Europa son un grito de descontento. Los mensajes en contra de las políticas medioambientales se multiplican. La población percibe que se les exige demasiado, mientras otros actores globales no asumen responsabilidades equivalentes. La brecha entre la teoría y la práctica se ensancha. Este rechazo es aprovechado políticamente también por algunos y, como en el caso de algunos grupos republicanos en Estados Unidos o partidos populistas europeos, el círculo multicolor de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, se ha convertido en una suerte de pentagrama satánico. Esto es inadmisible pero será complicado de revertir.

¿Qué Podemos hacer?

Es hora de reflexionar. Quizás debamos atemperar el paso con el que implementamos estas medidas. Aquí algunas ideas:

1. Educación y Diálogo

Comunicar de manera efectiva es crucial. Explicar los beneficios de la Economía Circular y la sostenibilidad es esencial para ganar apoyo público. El diálogo con los agricultores y otros actores es fundamental para encontrar soluciones equilibradas. En este esfuerzo es fundamental que empresas y corporaciones eviten la tentación de caer en el denominado “greenwashing”; lo que podríamos llamar “postureo sostenible”. No podemos vender “circularidad” cuando tan sólo estamos gestionando mejor nuestros residuos.

2. Equidad Global

Si queremos un mundo más sostenible, debemos nivelar el campo de juego. Las regulaciones aplicadas a los productores europeos deben extenderse a los productos importados. La coherencia es clave. Los retos son de todo el planeta y de nada sirve que unos nos lo tomemos muy en serio, si otros siguen haciendo las cosas igual que siempre.

3. Flexibilidad y Adaptación

Las leyes no son estáticas. Deben evolucionar con la realidad. Flexibilidad y adaptación son esenciales para evitar el rechazo popular. No se trata de renunciar a la sostenibilidad, sino de aplicarla de manera inteligente y justa. Aquí mencionaría el caso de las zonas especiales de bajas emisiones -ZBE-, una experiencia que progresiva y voluntariamente han ido poniendo en marcha numerosas grandes ciudades europeas, para contribuir a alcanzar los niveles de calidad del aire que establece la normativa europea, pero que en España han sido impuestas obligatoriamente para todas las ciudades de más de 50.000 habitantes, en las que vive más de la mitad de la población del país, por la ley de cambio climático y transición ecológica. Una medida sin duda audaz, pero que quizás recoja más rechazo y desapego que resultados tangibles en ciudades de tamaño mediano, entre los 50 y 100 mil habitantes.

En resumen, la Economía Circular es un camino necesario, imprescindible, pero no debemos correr tan rápido que dejemos atrás a quienes la implementan. No debemos olvidar que la economía de mercado, el capitalismo, llave y clave para la prosperidad vivida por la humanidad en el último siglo y medio, está en gran medida basada en los preceptos y mecanismos de la economía lineal y un modelo tan exitoso y que ha resultado tan eficiente no se cambia de la noche a la mañana, aunque resulte vital su reforma y revisión y los plazos sean tan apretados y los objetivos tan ambiciosos. La sostenibilidad y el desarrollo sostenible deben surgir y ser resultado de un esfuerzo colectivo, global y equitativo, asumido y compartido por todos los sectores económicos y el conjunto de los ciudadanos. Solo así lograremos un futuro más sostenible y justo para todos.