Últimamente, mi feed de redes sociales parece empeñado en convertirme en un turista en mi propio país. Los algoritmos, en su infinita sabiduría, han decidido bombardearme con vídeos de extranjeros que viven o trabajan en España. Y, ¿sabéis qué? No me quejo. Es como un curso intensivo de "Aprecia tu país, zopenco" y, francamente, lo estoy disfrutando y casi haciéndome adicto.
Desde
mexicanos hasta argentinos, pasando por estadounidenses e incluso algún que
otro italiano veraniego, todos parecen haber descubierto el secreto mejor
guardado de Europa: España es, aparentemente, el paraíso en la Tierra. ¿Quién
lo hubiera dicho?
Empecemos
por nuestros amigos del otro lado del charco. Las chicas estadounidenses que
vienen como ayudantes de profesor de inglés están revolucionando TikTok con sus
descubrimientos. Las persianas, esas simples láminas de plástico o metal, son
para ellas el equivalente arquitectónico del fuego para el hombre primitivo.
"¿Cómo hemos vivido sin esto?", se preguntan en vídeos de 15 segundos
que acumulan millones de visitas. Yo me pregunto cómo han sobrevivido hasta
ahora con el sol dándoles los buenos días en la cara cada mañana.
Pero
si las persianas son una revolución, el Mercadona es prácticamente una
religión. Ver sus caras de asombro al descubrir que pueden comprar un solo
brick de leche o una sola lata de cerveza o refresco en lugar de llevarse a casa todo el pack de 6, 9 o más unidades, no tiene precio. Y
las máquinas de zumo de naranja... Por sus reacciones, cualquiera diría que
hemos inventado la rueda. Les sorprende que la leche o los huevos no están refrigerados
o que un litro de leche cueste a veces más caro que una botella de vino. Yo no hago
esa comparación, la verdad, compro leche cuando necesito leche y vino cuando
necesito vino…
Ahora
bien, si quieres ver verdadero asombro, no tienes más que ver los numerosos
vídeos de chicas regresando a casa, paseando tranquilamente por la calle a las
2 o 3 de la mañana. Sus ojos se abren tanto que temo que se les caigan de las
órbitas. Ver a una mujer con el teléfono móvil colgado del cuello con un cordón,
es para ellos el equivalente también de ver a alguien paseando con la cartera
del banco en la mano.
Y
hablando de seguridad, ¿os habéis fijado alguna vez en la cantidad de
cochecitos de bebé que se quedan solitos junto a los parques infantiles? Pues
resulta que esto es noticia. Como lo es ver coches "buenos" aparcados
en la calle. Aparentemente, en otros países, si dejas tu Audi en la calle por
la noche, al volver por la mañana, es posible que ya no esté allí.
Pero
si hay algo que realmente les deja boquiabiertos es nuestra vida social. Vernos
salir entre semana, cenar a las 10 de la noche (con niños incluidos) y luego
levantarnos para ir a trabajar les parece una proeza digna de superhéroes.
Sospecho que piensan que tenemos poderes secretos o que el jamón ibérico tiene
propiedades mágicas. Muchos, además, descubren pronto que la siesta
generalizada es en realidad un “mito urbano”, aunque de vez en cuando la
practican con pasión y les encanta.
Y no olvidemos a nuestro amigo italiano y su fascinación por nuestras playas. Está de vacaciones en levante con su familia, y cada vez que ve una ducha pública gratuita en la playa, casi le da un síncope de la emoción. Sus vídeos siempre terminan con un "Guarda Italia" y un "Viva España" que suena como si acabara de descubrir El Dorado. Claro, en Italia prácticamente todas las playas son de pago, y no precisamente baratas.
Pero
lo que realmente me ha hecho reflexionar son esos detalles que damos por
sentado. La limpieza de nuestras ciudades, por ejemplo. Resulta que tener
aceras y parques limpios no es tan común como pensaba. O el hecho de que los
coches se detengan en los pasos de cebra. Aparentemente, en Argentina esto es
tan raro como ver a un pingüino en el Sahara.
Y
qué decir de nuestro trato en las tiendas. Ese "¿Qué te pongo,
guapa?" o "¿Cómo estás, tesoro?" que para nosotros es el pan
nuestro de cada día, para muchos visitantes es el súmmum de la hospitalidad.
Casi esperan que les invitemos a comer en casa después de comprar el pan.
Todo
esto sin mencionar nuestro sistema sanitario, que daría para un documental
completo en Netflix. "Sanidad pública y de calidad: el milagro
español", lo titularía yo. Aunque todos los que conocemos los detalles sabemos
que el secreto es contar con médicos excelentes, dispuestos a trabajar por una fracción
de lo que ganan en cualquier país de nuestro entorno o una décima parte o menos
de lo que ganan en Estados Unidos.
En
fin, que después de horas y horas de scrolling por TikTok e Instagram, he
llegado a una conclusión: o bien vivimos en el mejor país del mundo, o estos
extranjeros tienen el listón muy, muy bajo. Sea como sea, creo que es hora de
que empecemos a mirar nuestro país con los mismos ojos de asombro y aprecio, porque
realmente lo merece.
Así
que la próxima vez que te cruces con un extranjero boquiabierto ante algo que
para ti es pan comido, no te limites a levantar una ceja. Párate un momento,
respira hondo, y trata de ver lo que ellos ven. Quizás descubras que esa
persiana que subes y bajas cada día es en realidad una varita mágica, que el
Mercadona es el equivalente moderno a la cueva de Ali Babá, y que poder pasear
de noche con el móvil al aire es un superpoder que ni Superman tiene.
Porque,
amigos míos, parece que sin darnos cuenta, estamos viviendo en una especie de
utopía mediterránea. Una donde el vino es más barato que la leche (¡toma ya,
economía!), donde los abuelos son más “cool” que los adolescentes, y donde la
siesta es una institución más respetada que la Real academia española de la lengua.
Así
que ya sabes, la próxima vez que te sientas tentado de quejarte por alguna
nadería, date una vuelta por TikTok. Te garantizo que saldrás con una sonrisa
en la cara y unas ganas irrefrenables de abrazar al primer guiri que veas por
la calle. Porque, al fin y al cabo, nos están enseñando a ver la magia de lo
cotidiano. Y eso, queridos compatriotas, no tiene precio. Aunque, conociendo a
los españoles, seguro que encontramos la manera de ponerle IVA.
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