lunes, 3 de octubre de 2011

¡Adiós Despeñaperros, adiós!




Hace unos días se confirmó la noticia, que llevaba unos meses temiendo se produjese tarde o temprano, la inauguración de los nuevos tramos de la autovía A-4 que convierten en paso del desfiladero de Despeñaperros en un agradable paseo de unos minutos, con buen asfalto, pocas curvas, varios viaductos espectaculares y hermosas vistas.
Esto significa que, tristemente, Despeñaperros ya nunca más será Despeñaperros…
La A-4 o Nacional 4, como se llamaba antes, es una carretera que conozco muy bien y que casi podría recorrer con los ojos cerrados. Desde que me fui a Madrid a estudiar la carrera, en el año 85, hasta hoy, he debido recorrerla de sur a norte y de norte a sur, entre Málaga y la capital del reino, varios cientos de veces. Eso sin contar las muchas veces que ya la había recorrido en mi vida, viajando con mis padres o con mis abuelos.
Desde aquellos primeros años en la universidad, en los que sólo había doble carril por sentido desde Ocaña, y el viaje con mi 127 de segunda mano o mi fantástico escarabajo rojo solía durar algo más de 7 horas, hasta hoy en día, cuando, si voy sin familia, con el avisador de radares puesto y sin parar más que para repostar, cuando lo puedo hacer el poco más de 4 horas, ha llovido mucho.
Aquellos, por supuesto, eran otros tiempos. Tiempos de coches pequeños y atestados, sin aire acondicionado, en los que muchos optábamos por viajar de noche. Recuerdo más de una ocasión de inicio de vacaciones, en las que la carretera y los restaurantes de sus orillas estaban hasta los topes a las 4 de la madrugada y el ambiente era de verdadera “feria en movimiento”.
Luego, poco a poco, año tras año, se iban añadiendo nuevos tramos de autovía, gracias a los generosos fondos europeos por cierto, y el viaje se iba acortando, los coches iban mejorando, los baños de las gasolineras se iban adecentando (esta es toda una señal del nivel de modernidad de un país, que no se si algún sociólogo habrá estudiado…), y nosotros cada vez éramos menos un “pueblo en movimiento” y nos convertíamos en individualidades circulando cada vez más rápido, pese a la DGT y los esfuerzos recaudatorios de la Benemérita.
Estoy convencido de que durante estos años y esos viajes he contribuido generosamente al equilibrio presupuestario de nuestro país a base de multas y más multas… La primera que recuerdo de ellas, un pico de varios miles de pesetas, gracias al radar que había en medio de Guarromán, cuando aún se pasaba por mitad de este pueblo de curioso nombre al norte de Jaén.
Pero siempre nos seguía quedando Despeñaperros…
Una sección de la carretera, la frontera natural entre La Mancha y Andalucía, que pese a desdoblarse más tempranamente que el resto de la N-4, seguía manteniendo el aire de “carretera antigua” y nos obligaba a reducir la marcha, estar más atentos y adelantar con cuidado a los numerosos camiones que se alineaban pesadamente a la derecha, formando largas colas cuan orugas reptando por el tallo de una planta.
A propósito de plantas; desde hace años, a modo de pequeña rutina o costumbre personal, al llegar a Despeñaperros, además de bajar “el ritmo”, apagaba la radio, bajaba las ventanillas y respiraba profundamente para aspirar todo el aroma de la jara http://es.wikipedia.org/wiki/Cistus_ladanifer, probablemente mi olor favorito de todo el campo español.
Recuerdo también como hace años, poco después de pasar la “línea fronteriza” entre Castilla La Mancha y Andalucía, había una enorme valla publicitaria junto a la carretera, creo que era de una marca de aceite de oliva, que rezaba: “Alégrese, está usted en Andalucía!!”. Y era verdad!! Yo al menos me alegraba y sonreía siempre por estar de nuevo en mi tierra y más cerca de casa. Y lo sigo haciendo!
En todos estos años y de todos esos viajes, son muchos los recuerdos y anécdotas que me trae ese trozo de carretera serpenteante. Como aquella ocasión en que viajábamos con mi padre, aún siendo niños mi hermano y yo, y se accidentó un camión cisterna de gasolina, creando un atasco monumental que duró horas y que finalmente aprovechamos para desviarnos y visitar a familiares en Beas de Segura, el pueblo natal de mi abuelo en Jaén. O aquel otro viaje, ya con Teresa y con mi hija mayor Cristina con apenas unos meses de edad, en el que otro atasco y la hora de comer llegada, nos obligó a comprobar si ese calentador de biberones para coche, que se conectaba al mechero, funcionaba realmente… (y más o menos lo hizo!). Y luego claro está, ya con las niñas mayores, empezando por Cristina (que se lo iba transmitiendo a sus hermanas pequeñas, con todo lujo de detalles escabrosos…), explicarles por qué se llamaba aquello “Despeñaperros”, obviando por supuesto, cuando aún eran pequeñas, la crudeza histórica del término y su significado. Para los no iniciados, y como nota al margen, parece ser que el nombre deriva del hecho histórico de haber despeñado los cristianos en aquel lugar a muchos de los “perros” –moros-, supervivientes de la batalla de las Navas de Tolosa, que tuvo lugar en el vecino enclave del mismo nombre, un caluroso agosto de 1212. Por cierto, todavía no he conseguido pasar por allí a una hora en que esté abierto un museo que han abierto sobre dicha batalla. Será interesante de ver?
Enseguida, poco después de volver a estar en tierra andaluza y a modo de recuperación del “duro paso de la frontera”, otra tradición familiar: parar a tomar algo en el hotel La Perdiz de La Carolina. Un clásico para muchos es el paté de perdiz, pero para mí es tradicional el “pepito de ternera”. Hay camareros allí, a los que llevo años viendo y que ya siempre me reconocen y saludan como a un “habitual”.
Ahora, tras la noticia, estoy temiendo mi próximo viaje a Madrid, una ciudad acogedora y hospitalaria como hay pocas, por cierto, y no es un tópico y que ha sido mi casa durante muchos años, pero que es verdad no echo nada de menos aún.
Según dice la reseña, el nuevo tramo de autovía, reducirá el tiempo de travesía del paraje a apenas 10 minutos, no es un ahorro de tiempo enorme pero es inconmensurable lo que muchos perdemos y aún más añoraremos.
Por todo ello y para siempre ¡Adiós Despeñaperros, adiós! 

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